Un estudio de la ONG Observatorio Argentinos por la Educación, que no considera diferentes situaciones socioeconómicas, revela que si se toma el valor del salario por hora de trabajo de una persona y se lo compara con sus años de estudio, se puede establecer que por cada año adicional de educación la remuneración se incrementa un 10%.
El informe de la advierte que este dato «no toma otras variables como el nivel socioeconómico de los padres, el capital cultural, la inteligencia innata, la región geográfica, la experiencia laboral y la edad, entre otros».
Para llegar a esa cifra «se trató de comparar personas o datos en las mismas condiciones la única diferencia es los años de estudio, usando una metodología de la economía», indicaron voceros del Observatorio.
Otro de los aspectos que analiza el informe es la Tasa Interna de Retorno de la Educación (TIR) que muestra cuán rentable es la «inversión» de alcanzar un nivel educativo adicional.
Para medir los «retornos» de la educación, el estudio estimó cuánto aumenta porcentualmente el salario por hora por cada año adicional de educación.
En su conclusión, «este valor es cercano al 10%: ante un aumento de un año de educación, es decir que los ingresos de la persona aumentan alrededor de 10%».
Además el informe, elaborado en base a la Encuesta Permanente de Hogares del Indec, encontró que se incrementa un 8% la posibilidad de tener un mejor salario entre aquellos que sólo terminan la secundaria frente a los que finalizan la universidad y que ese aumento es del 1 por ciento entre quienes poseen universitario incompleto con los que tienen el secundario completo.
«La educación de nuestros niños y jóvenes es el camino para lograr el desarrollo humano al que aspiramos. Es un proceso en el que cada día cuenta. Este 2022 presenta un gran desafío y una gran oportunidad: revincular a tantos niños y jóvenes que se han caído del sistema educativo con motivo de la pandemia» dijo Cecilia Adrogué, coautora del informe.
También es una oportunidad para «fortalecer los aprendizajes de tantos otros que vieron truncada su educación por diversas carencias», destacó Adrogué.
Para Juan Doberti, docente e investigador de la UBA, «más allá de las limitaciones de la información disponible, resulta claro que estudiar tiene un correlato económico positivo».
Por su parte, Graciela Clotilde Riquelme, investigadora del Conicet, aseguró que «los certificados universitarios operan como señales en el mercado de trabajo, pero es necesario sumar interpretaciones para profundizar estos abordajes: uno es considerar la estructura social y su influencia para lograr avanzar en el sistema educativo, y el otro es la heterogeneidad del aparato productivo que implica que los ingresos dependen no tanto del certificado, sino de las ocupaciones obtenidas».
Y explicó que «el origen de clase, la posición geográfica y la situación familiar marcan las posibilidades de acceder y desarrollarse en la educación, y allí los estudios de segmentación y segregación educativa muestran el avance de la desigualdad en las oportunidades de los ciudadanos».