Las puebladas de Cutral Có y Plaza Huincul, también conocidas como cutralcazos, todavía están frescas en la memoria popular. Esa serie de protestas populares sucedidas en 1996 y 1997 son consideradas como el inicio de los movimientos de desocupados y piqueteros, que en aquel momento aparecían para luchar contra las políticas económicas neoliberales, aplicadas en la década del 90. Hoy, cuando esos momentos parecen regresar, los petroleros se organizan.
Luego de que en aquellos años oscuros la salida de YPF haya dejado a los pueblos como verdaderos pueblos fantasma, los trabajadores del petróleo buscan armarse de sus mejores herramientas, la gremial, para defender sus derechos y el futuro de los pueblos.
Allí, en Neuquén, hay un sindicato ocupado legalmente por trabajadores del “Movimiento 28 de octubre”. Los obreros ingresaron al “edificio en ruinas de un gremio vaciado”, el Sindicato Unido Petroleros e Hidrocarburíferos (SUPeH) y desde allí reclaman elecciones democráticas para generar un pilar de autodefensa.
A horas de haberse formalizado el convenio flexible para Vaca Muerta, Ariel Ortíz, Armando Ippoliti y Robert Yañez integrantes del Movimiento 28 de octubre, hablaron en Radio Gráfica y contaron sus objetivos de ganar el sindicato en elecciones libres. Aunque el términio que emplean es otro: «recuperarlo”. Desde abajo hacia arriba quieren intentar que el SUPeH vuelva a ser lo que fue: “una gran institución”.
El problema gremial, comicios irregulares denunciados en una cartera laboral poco propensa a responder a quienes lo necesitan, es algo mayor. El contexto actual es de despidos y de flexibilización de la actividad del petróleo. Y de reducción del presupuesto, en el caso de YPF. Yañez plantea que “el despido es un problema social”. De allí que el Movimiento 28 de octubre ya participa en una mesa local con otros gremios para articular las luchas (donde participan gremialistas docentes, ceramistas, telefónicos, entre otros).
“Estamos viendo hoy una situación similar en cuanto a que la gente está quedando en la calle. Pero a diferencia de los años 90 considero que hay un nivel de conciencia distinto”, explica Ortiz.
Yañez agrega que “antes de la privatización (de los 90) el convenio tenía más de 500 páginas, después de la privatización pasó a ser un cuaderno de 40 páginas y después se le fueron anexando artículos, pero que no son claros. Es así que la empresa siempre se agarra de los grises para no cumplir con los beneficios hacia los trabajadores. Y los sindicalistas que estaban aquí hasta el 28 de octubre nunca se preocuparon en defender el interés de los trabajadores”.