Luego de un fin de semana de incertidumbre y sin haber sido consultados por el Presidente respecto de los potenciales cambios en el gabinete, la mesa chica de la CGT se verá las caras hoy. Analizarán la salida de Guzmán, la llegada de Batakis y pondrán en común posiciones respecto de la autonomía frente a Alberto.
El fin de semana fue una caja de sorpresas para la cúpula de CGT. Luego de haber sido virtualmente anfitriones del acto con Alberto Fernández en Azopardo en el que esperaban un llamado a la concordia y terminó con una serie de ironías respecto de la vicepresidenta, la cúpula de central obrera no esperaba el cimbronazo que significó la renuncia de Martín Guzmán apenas 20 horas más tarde.
De hecho los dirigentes se enteraron, como todos, por los medios y las redes sociales. Un rato antes lo había saludado en el Felipe Vallese y, si bien había cierto grado de debilidad en su figura, no se imaginaban el desenlace que se aproximaba.
Desde allí siguieron los hechos expectantes respecto de algún tipo de consulta o diálogo con Olivos. Pero eso no ocurrió. Alberto no se comunicó con la central obrera para consensuar ningún nombre por lo que ayer a la tarde, antes de que se conociera el nombre de la reemplazante de Guzmán resolvieron encarar hoy una reunión de mesa chica.
La cita será, estiman, en la sede de UPCN. Allí Andrés Rodríguez recibirá a los pilares cegetistas y, a diferencia de la última cumbre, está invitado al convite el moyanismo.
En Azopardo, los gremios más ortodoxos, primero vieron con buenos ojos la versión del desembarco en el Gabinete de Sergio Tomas Massa acompañado de Lavagna. Casi que era una redención de lo que fueron sus definiciones electorales de la última década.
Adicionalmente confiaban (y finalmente sucedió) en que no habría escenario en el que pueda haber una salida de la cartera laboral de Claudio Moroni, uno de los funcionarios sobre los que ponen mayores grados de confianza.
El cambio de contexto abrirá una nueva ronda de debate respecto de las alternativas que se barajan entre los dirigentes para poner a la CGT en la calle. Desde el moaynismo están convencidos que es hora de salir a mostrar el descontento con la situación inflacionaria y poner en el centro de la escena el rol de los formadores de precios. Hasta tienen una fecha tentativa.
Entre los Gordos y los Independientes, cada vez más lejanos de Alberto, dudan. El temor es que se les conviertan en un boomerang que termine mostrando un descontento contra la propia cúpula sindical en un clima que parece ser una incubadora de un «que se vayan todos».