El Sindicato de Obreros Marítimos Unidos (SOMU) sufrió cambios profundos. Después de 27 años, vio caer a un dirigente con mucha influencia como fue Omar «Caballo» Suarez. Padeció la intervención del macrismo, el vaciamiento y pudo festejar la recuperación en manos de los afiliados. Betina Santillán forma parte de esa nueva etapa. Con una vida condicionada por el machismo de la actividad, pudo lograr su meta de ser mujer marítima a pesar de todos los obstáculos y hoy tracciona cambios para que las que quieran entrar, tengan las puertas abiertas.
En 2016 el SOMU formó parte de la teatralización que el gobierno de Mauricio Macri hizo de las intervenciones a diversas organizaciones gremiales. La experiencia terminó con el saqueo de los recursos del gremio, una tropa de militantes, familiares y amigos de Jorge Triaca y otros dirigentes de Cambiemos contratados en el sindicato, la destrucción de derechos laborales y el virtual financiamiento de la campaña 2017 del macrismo a expensas de las y los marineros.
La intervención se quedó también con la bolsa de trabajo del SOMU: «Quedaron como 3 mil compañeros sin trabajo. La intervención empezó a meter gente de ellos, pibitos jovencitos sin experiencia, y dejaron a nuestros trabajadores y trabajadoras afuera. Gente grande, sin poder jubilarse. Eso me dio mucha impotencia, mucha bronca. Me acuerdo que estando a bordo escuché un audio de un muchacho que estaba super mal «Yo tengo 6 hijos, me quedé sin embarque, no sé qué les voy a dar de comer.» y ahí pensé ‘yo algo tengo que hacer’.»
La que habla es Betina Santillán, una mujer marítima que se abrió camino en un mundo de hombres a pura insistencia pero con un objetivo claro desde que era una nena: ella quería navegar.
El acceso a la capacitación
Oriunda de Rufino, provincia de Santa Fe, su familia se fue a vivir a La Plata. Con 15 años empezó a tocar puertas para poder capacitarse: En el año ’83 mi papá me acompañó a la Escuela Naval Militar, ahí en Ensenada, porque quería hacer la carrera para poder navegar en la Fragata Libertad. Nos dijeron ‘No inscribimos mujeres’.» Media vuelta.
Se podría haber rendido pero no. Todo lo que hizo a partir de entonces se orientó directa o indirectamente a que la dejaran embarcar. Hizo el curso de guardavidas, se recibió en el profesorado de Educación Física. «Todo lo que es la fuerza, el trabajo muscular, las exigencias, aparte competí muchos años. Todo lo que es el sacrificio para ganar una competencia, la disciplina y la conducta, todas esas cuestiones las llevo muy naturalizadas.» Tuvo un plus, su papá era deportista: «Mi viejo jugaba al basquet, yo lo seguía para todos lados. Estoy acá por todo lo que aprendí de él.», reconoce.
En el año 1997, ya con 27 años, se acercó a Prefectura de La Plata para hacer la carrera de prefectura pero sólo consiguió otro rechazo: «Nosotras estábamos excluidas pero no me quedé con eso.» En 2001, ya con dos hijos, pudo hacer el ingreso en la Prefectura Naval de La Plata para ser marinera. Formó parte de la primera promoción de mujeres marineras con libreta de embarque. «Fueron periodistas a hacernos la nota y todo, porque era toda una novedad. Empezamos 8 y terminamos 4, de las cuales la única que trabaja de esto soy yo.» Pero no pudo empezar ni bien se recibió porque tenía a su tercera hija en camino y volvió a quedar postergado.
El acceso al trabajo
En el 2012, después de pasar 7 meses viajando 3 horas ida y vuelta desde La Plata para estar solo una haciendo presencia en el gremio, logró que le dieran trabajo y pudo embarcarse. Su primera experiencia fue como marinera de cubierta en el Casino Flotante. «Fue una muy buena primera experiencia porque ahí definís cómo vas a ser cuando salgas a navegar que es otro mundo, distinto de trabajo en tierra. Vos estás en un lugar confinado que es el barco en el agua, no podés salir, no te podés escapar, huir, durante dos meses o el tiempo que sea.» Eso le permitió identificar algunas de las problemáticas que las mujeres tenían a bordo de los barcos. «Durante muchos años las mujeres estuvieron «mal vistas» arriba de los barcos y con nuestra gestión, desde la secretaría estamos revirtiendo todo esa imagen que se ha tenido de la trabajadora marítima.»
La intervención
Betina Santillán lleva tres años frente a la secretaría de la Mujer del SOMU. El cargo y la responsabilidad llegaron cuando las y los afiliados recuperaron el sindicato de las manos de la intervención. «Ellos decían que venían a «normalizarnos», a «ordenarnos». Era un gremio con muchas irregularidades y se abusaron de eso. Fue así que también intervinieron la obra social, la Fundación Azul que es un espacio del gremio, los cuatro hoteles que tenemos. Todo por plata. Hicieron su campaña política también usando la plata de nuestro gremio.»
Se enteró de la intervención estando embarcada pero no comprendía qué implicaba eso. «Mi vida no tenía absolutamente nada que ver con una vida sindical y menos política, nunca me había interesado pero esa situación de caos, de crisis, me encendió algo adentro. No me podía quedar afuera. Yo estaba efectiva en una empresa, yo estaba bien pero sentí que algo tenía que hacer.»
«Desembarqué, me acerqué a la Agrupación 18 de Febrero, pasamos dos años frente al gremio. Marchas, piquetes, ir a las radios a pedir que nos escuchen, fuimos a Comodoro Py, al ministerio de Trabajo. Todo movilizando a los trabajadores y trabajadoras desempleadas, iban las familias también. Fueron dos años de mucha lucha de nuestro sindicato. Ahí entendí lo que era la militancia.», recuerda. La intervención del gremio no les permitía ni pasar al baño. «Nos sacaban los aportes de afiliados pero no nos daban los beneficios. Era mucha injusticia»
La recuperación del gremio y su lugar en la secretaría de la Mujer
Finalmente fueron a elecciones en diciembre de 2017 y la agrupación le ofreció una secretaría. «En un momento me dijeron «Por ahí vas a la secretaría de Medio Ambiente» pero yo le contesté que si no era en la secretaría de la Mujer, no me interesaba, prefería seguir navegando.»
No se reconoce como parte de ningún feminismo, «Son convicciones mías, enseñanzas de mi familia. Yo viví el machismo. Por qué nos niegan el acceso a la capacitación, al estudio, al trabajo ¿porque no tenemos fuerza?»
«Dicen «la fuerza, la fuerza» pero la fuerza no es todo en el trabajo porque la capacidad de relacionarte humanamente, la empatía, la solidaridad, la inteligencia. La inteligencia es sumamente importante para saber manejarte, poder hacer una resolución de conflicto en el momento en vez de quedarte paralizado sin saber qué hacer. Las mujeres somos más resolutivas y más prácticas. Lo viví arriba del barco y como guardavidas.», remarca.
El trabajo marítimo efectivamente puede requerir mucha fuerza, que las mujeres marítimas tienen, pero además la tecnología juega a favor de la igualdad: «En un barco petrolero por ejemplo existe el cabrestante, que es una máquina que arría y vira los cabos, tarea que hacen los hombres en general, son dos palanquitas. Una mujer lo puede hacer igual. Timonear un barco con 130 metros de eslora cargado de combustible con 130.000 m3 de derivados del petróleo, navegar por el Paraná de las Palmas, entrarlo a puerto lo puede hacer perfectamente una mujer. Yo lo hice. No necesitás nada más que pensar y coordinar.»
Y Santillán sube la apuesta: «Las mujeres somos más suaves en las maniobras, más cuidadosas. El hombre es más tosco, por ahí suenan las grúas pa, pa, para un lado, para el otro. Nosotras la vamos llevando suavecito… ellos pueden aprender de nosotras también. Incluso yo misma le enseñé cosas a compañeros»
Los cambios
Recién después de 3 años de sembrar desde la secretaría de la Mujer, Betina empieza a ver cambios reales en toda la sociedad marítima. «El Gobierno también está trabajando y gestionando para que las empresas pesqueras y navieras incluyan a las marítimas en los barcos. La comunidad marítima, las empresas, los sindicatos, las instituciones educativas, ya sea prefecturas, la escuela naval, los puertos, la industria naval. Todo está cambiando.»
Las gestiones apuntan a «un barco seguro, con reglas de convivencia seguras, con relaciones humanas confiables, solidarias y después al día a día te matás de risa», describe.
Con motivo del 8 de marzo estuvo en Puerto Madryn, en Mar del Plata, en Bahía Blanca. «Fui a varias empresas pesqueras, me recibieron los empresarios y les entregué una carta de intención laboral. Se habla de la inclusión de la mujer, de las contrataciones que ya están haciendo y aclaran que la continuidad laboral depende del efectivo desempeño de la trabajadora. Había una imagen de la mujer marítima y nosotras buscamos revertir eso.»
Al ser consultada por cuál era esa imagen, Betina explicó: «Era una imagen de subestimación. El lugar de trabajo hay que respetarlo, hay que respetarse una misma y respetar a los compañeros. Somos iguales en dignidad, derechos y obligaciones. Pero los muchachos ya están entendiendo que acá nosotras embarcamos como trabajadoras, no como «mujeres». Vamos a cumplir exactamente el mismo rol que ellos y nos complementamos, trabajamos en equipo.»
Para no trabajar en el aire, Santillán hizo un diagnóstico de campo para ver cuál era la situación laboral y social de la mujer marítima y se encontró con múltiples casos de violencia: «Cuando asumí me propuse como objetivo trabajar sobre los puntos que encontré de violencia laboral, especialmente psicológica como hostigamiento, maltrato, subestimaciones, humillaciones, pero también hubo casos de violencia física. Presenté un protocolo de actuación frente a violencia laboral a bordo de los barcos, para que nuestras trabajadoras y trabajadores estén protegidos y para poder trabajar en un lugar seguro. También pasaba que el comando, que es el personal jerárquico del barco abusaba por su autoridad de las trabajadoras.»
«Junto a la licenciada en psicología laboral Gabriela Bruno que es parte de mi equipo de trabajo hicimos dos capacitaciones sobre violencia laboral acá en la Fundación Azul y en la CGT Mar del Plata. Empezamos una campaña contra la violencia laboral, aparte de eso hicimos flyers, afiches, folletos que los sigo repartiendo donde dicen las conductas abusivas no aceptadas en el SOMU. Empezamos a marcar la cancha y están disminuyendo los niveles de violencia.», reconoce.
Santillán aprovecha para agradecer la libertad de acción y la decisión política de permitirle hacer su trabajo: «El secretario General Raúl Durdos, los dirigentes gremiales que están acompañando mi gestión, los secretarios de las seccionales, que a veces les cuesta también porque ellos son hombres. Primero el cambio tiene que ser adentro del SOMU, después arriba de los barcos. Si nosotros no bajamos la línea o no ponemos los parámetros es difícil que la gente arriba de los barcos lo acepte si adentro de nuestra institución no se acepta. Pero bueno, con el tiempo, los muchachos también entendieron que es necesario el cambio, tenemos que evolucionar. Quiero agradecer esto. Si yo hubiera estado en la gestión anterior, en la del «Caballo» Suárez, a mí me volaban de un plumazo (se ríe).»
Y mientras se acuerda ya no se ríe más: «Durante los 27 años del «Caballo» Suarez hubo secretarías de la Mujer pero nunca se les permitió hacer nada. Administrativamente estaban pero no podían hacer nada, estaban como un florero. Si querían hacer algo la respuesta era no. Hubo secretarias que se enfermaron, renunciaron. Tenés que estar muy fuerte emocionalmente para soportar eso, más con aquel dirigente gremial. Una no podía tener hijos, renunció y quedó embarazada. Muy duro.»
Ahora la historia es completamente otra. Betina tiene libertad política y forma parte de las Mujeres Sindicalistas de las 62 organizaciones peronistas, con las que ya elaboraron la agenda de este año, de Wista Argentina y también está con las Mujeres Maritimistas, una organización pensada para la ayuda mutua de mujeres sindicalistas, empresarias, del Gobierno, de la industria Naval, puertos, marina mercante. «Antes la imagen era el sindicalista por allá y el empresario por la otra punta, y chocábamos. Ahora yo entendí que tenemos que trabajar unidos, ellos nos necesitan a nosotros y nosotros a ellos.» Betina cierra con una reflexión que aplica a todo su mundo marítimo y deportista: «Es una cadena, tenemos que trabajar en equipo.»