Quizás por su continuo aprender sobre la marcha, los Metrodelegados vuelven a pecar hoy de cierta precariedad e ingenuidad para comunicar un conflicto que, en el fondo, expresa el profundo desprecio que tiene la gestión PRO por el transporte público -por sus usuarios y por sus trabajadores- y quedan atrapados entre los zócalos urgentes de los programas de noticias y el inmediato malhumor que le genera a cualquier persona no poder viajar como lo hace habitualmente.
Esto es así porque en su afán de mostrar obras de cara al año electoral, Larreta aceleró los tiempos de una obra en la cabecera de la línea C en Constitución que implica una modernización de la misma y una mejora de los espacios. Sin embargo, ese desarrollo -que genera obras tanto en el subsuelo (que le corresponden a SBASE) como en la superficie (que le corresponden al Ministerio de Espacio Público)- atraviesa el mal endémico de la obra pública del macrismo, ineficiencia en la ejecución y atrasos considerables en su desarrollo. En el caso puntual de las obras en la línea C, debidas a la falta de coordinación y atrasos en los pagos.
La falta de coordinación implicó, en principio, desoir el pedido de los trabajadores del Subte para utilizar la estación Independencia como cabecera provisoria la que permitía mejores condiciones para trabajadores y usuarios a la hora de reacomodarse al cierre temporal de Constitución. Por el contrario, SBASE -la empresa dueña del Subte que concesiona el servicio a Metrovias- definió la estación San Juan, la cual carecía de los espacios mínimos para albergar las dotaciones del personal del subte y, además, generaba precarias condiciones de seguridad que afectaban a trabajadores y usuarios. Quien transite la línea C cotidianamente a simple vista observará las diferencias del espacio entre una y otra.
Pero esto, que puede hacerse ver -como lo ha hecho la empresa Metrovías a través de un comunicado oficial- como una simple excusa de los trabajadores para poner palos en la rueda y trabajar lo menos posible, no es lo más grave. Los metrodelegados vienen insistiendo, sobre todo a partir de la muerte de Matías Kruger por una descarga eléctrica el pasado 7 de diciembre, en las enormes fallas de seguridad que existen con los trenes, en especial con las líneas de alta tensión de la cual se alimentan las formaciones y que en las últimas horas han generado cortes en la línea D por desperfectos en el cableado aéreo, desperfectos que son orignados por el uso de material rodante ineficiente y en mal estado.
En resumidas cuentas, los metrodelegados están planteando -quizas con una sintaxis poco feliz- que los destratos que Metrovías tiene para con los trabajadores a hacinarlos y poner en peligro su integridad por las obras que realizan tienen su correlato lineal con la desidia con la cual se maneja la seguridad del servicio de transporte bajo tierra y que esto genera condiciones para una tragedia a la vuelta de la esquina.
Mientras están levantando el paro en la línea C -como ocurre en este momento- siguen apareciendo problemas en las formaciones con la alimentación eléctrica que ponen a los usuarios a tiro de una desgracia mucho mayor que la incomodidad de un paro.