Alberto Fernández lo llamó por la mañana para excusarse por no haberlo recibido con el resto de la central obrera. Hugo Moyano se negó a retirar el gremio y le dejó claro que su salida sería estrictamente personal. Entre los suyos no convenció ni la forma ni el momento para hacer una retirada masiva. Eso llevó a Pablo a rever su decisión de renunciar al triunvirato.
Tras una cumbre que se convocó de urgencia en el Sindicato de Camioneros, Pablo Moyano confirmó que continuará en el triunvirato de conducción de la CGT. Fue luego de un largo debate con los sindicatos que integran el Frente Sindical para el Modelo Nacional.
La decisión de Pablo Moyano de detonar el triunvirato se filtró ayer por la mañana luego de que el propio cotitular cegetista llamara a sindicatos no alineados para tantear la chance de arrastrarlos a una salida que vaciara la central obrera. Más tarde la determinación fue confirmada a InfoGremiales desde el entorno del propio camionero.
Como preludio, las charlas entre los dirigentes del moyanismo se mantuvieron hasta última hora del lunes y siguieron el martes desde bien temprano. «Hubo varios que casi no pudimos dormir», había confiado un gremialista del espacio.
¿Qué hechos torcieron esa determinación? Por un lado hubo un llamado directo del Presidente de la Nación. Alberto Fernández, al enterarse de la novedad, levantó el teléfono «El Presidente le hizo la aclaración correspondiente, charlaron en buenos términos y Pablo le dejó saber, sin confirmarlo por completo, que estaba dispuesto a quedarse», aseguró una fuente del entorno del Presidente.
«Alberto no tenía idea de quiénes iban a venir. Sólo sabía que querían hablar de la reapertura de paritarias y del conflicto de los neumáticos», se excusaron desde el círculo del ejecutivo. Precisaron que, en modo reparador, lo invitó a cenar a Olivos.
Además del llamado desde Casa Rosada, hubo un mensaje algo menos amistoso desde el riñón familiar. Hugo Moyano le dejó en claro que no estaba dispuesta a retirar la representación de Camioneros de la central obrera y que si Pablo renunciaba lo haría a título personal.
Para terminar de volcar la balanza el semblante de sus dirigentes de confianza fue bastante terminante. No estaban de acuerdo con la determinación, ni con la modalidad en la que se tomó la decisión. No había predisposición a una salida masiva y coordinada.
Algunos, incluso, se comunicaron con su padre, Hugo, para hacerle llegar su perspectiva: «Esta forma de conducción no va más, Hugo», le reprocharon. Hay dudas respecto al perfil de liderazgo y sobre la continuidad de este delicadísimo equilibrio que cada vez cuesta más sostener.