Un viernes trascendente, que empezará a marcar el camino a recorrer hasta el 22 de agosto, día en que quedará sellada la unificación de las CGT en un Congreso en el Estadio de Obras Sanitarias. Pero hoy, en un adelanto, todos los sectores cegetistas harán una demostración de fuerzas y medirán sus chances (y fundamentalmente sus votos), para conducir los próximos 4 años de la hoy adormecida central obrera. Llamados frenéticos, acuerdos de última hora, teléfonos apagados y cambios de bandos, se prometieron para esta jornada, aunque todo está por verse.
Por un lado las conducciones de Hugo Moyano, Luis Barrionuevo y Antonio Caló congregarán a sus hombres en un plenario de Secretarios Generales, que se celebrará en la sede de Azopardo 802, y ratificarán la idea de un triunvirato compuesto por Juan Carlos Schmid, Héctor Daer y Carlos Acuña, para liderar un período de transición en la CGT. Los detalles de ese acuerdo se cerraron en la tarde de ayer en un cónclave que contó con la presencia de los principales referentes de las tres CGT, en la sede de la UPCN, y en el que también se pulieron los detalles del duro documento que darán a conocer sobre la situación del país. Gráficamente lo titularon «De mal en peor».
Claro que tanto el espacio de Moyano, como el de Caló (el de Barrionuevo ya es de por sí minoritario), sufrieron un importante desgranamiento en los últimos meses, por lo que todavía no queda claro si el caudal de más del 60% de los votos (algo más de 200 organizaciones) que dicen ostentar para el 22, tiene correlato con las presencias efectivas en el plenario de hoy.
Además se sumarán a esa cumbre los gremios de la Corriente Político Sindical Federal y los que componen el Núcleo del MTA, ambos espacios encabezados por el titular de la Bancaria, Sergio Palazzo. Ese conjunto, llegará con la expectativa de obtener un lugar en la futura conducción y arrimar una silla para que el triunvirato se convierta en cuarteto. Sus chances dependen tanto de su poder de negociación, como de las fragilidades ajenas. Tanto es así que ayer Schmid no descartó la posibilidad.
Es posible que hoy se acerquen, también, gremios que se agrupan en torno al Movimiento de Acción Sindical Argentino (MASA). A pesar de que Omar Viviani, el referente del espacio, advirtió que se mantendrían al margen del proceso de unidad, por no comulgar con la idea de un triunvirato, el nucleamiento podría sufrir alguna fractura. Ayer en UPCN eran optimistas en que eso se daría y especulaban con la presencia de algún nombre de peso del MASA en el edificio de Azopardo.
El que se juega el todo por el todo es Gerónimo Venegas. El ruralista está decidido a poner toda la carne en el asador en los próximos 15 días para competir por la central y el plan está en marcha. Ya confirmó que hoy hará notar la ausencia de su espacio en el plenario de secretarios generales y sale a la arena a dar batalla con el respaldo, nada despreciable, del gobierno nacional.
La idea del «Momo» es relanzar hoy mismo las 62 Organizaciones Peronistas para, desde allí, disputar la titularidad de la central en soledad. En las últimas horas Venegas casi hizo estallar las líneas telefónicas en busca de apoyos, para garantizarse no padecer bajas y para negociar los lugares en su potencial lista. La idea de máxima era tentar a Armando Cavalieri (poseedor de muy importante caudal de congresales), para equilibrar algo las fuerzas, pero por el momento no logró su cometido. Hasta ayer el gremialista más cercano a Mauricio Macri poroteaba para su postulación unos 53 sindicatos, casi todos ellos de escaso poder de fuego. Está por verse.
Pero como el destino de los gremialistas se encadena inexorablemente, del éxito que pueda tener Venegas seduciendo para que cambien de bando a moyanistas, barrionuevistas, gordos e independientes, dependerá buena parte de las chances de Palazzo de quedarse con el lugar que pretende. Es que si el «Momo» logra profundizar el desgranamiento de respaldos hacia el triunvirato, se necesitarían los votos de los «outsiders», incluso los del MASA, para garantizar que la victoria.
Un viernes de intrigas, traiciones y negociaciones, que empezará a marcar el futuro de la CGT en la que evidentemente escasean los acuerdos programáticos, pero abundan las rencillas personales.