El planteo apunta a que los sindicatos acepten un nivel de aumentos en las paritarias por debajo del 30%, a cambio de la modificación en el impuesto de la discordia. La CGT oficialista ya dio señales de aceptación, aunque en realidad todavía no hay cuestiones concretas. Y en la reunión de mañana con los gremios del transporte, que incluye propios y ajenos, el kirchnerismo podrá obtener una medición más amplia del termómetro en el espectro sindical.
Con un nivel bajo en el rápido acuerdo de negociación salarial con los docentes, el Gobierno diseña una estrategia para garantizar que en el grueso de las paritarias no surjan desbordes. La maniobra oficial contempla una promesa a los gremios para modificar por ley el impuesto a las ganancias. Pero no trataría, como en el pasado, de elevar el mínimo no imponible, sino de modificar las escalas, desactivando la fuente del conflicto y ya no solo posponiendo sus efectos.
De tener éxito, el gobierno lograría el apoyo entusiasta del espectro sindical afín, desactivar lo que fue uno de los principales reclamos del sindicalismo opositor, y sin duda el más resonado, y por último, en un plano más político, quitar argumentos a los candidatos presidenciales opositores.
Además una modificación de este tipo y moderar los aumentos salariales lograría sumar una variable más para ayudar a contener la inflación que en términos relativos al 2014 se proyecta en baja.
El tributo en los últimos años se convirtió en un factor influyente en las negociaciones entre gremios y empresarios, poniendo más presión y siendo un factor de conflictividad importante. Desactivarlo lograría bajar el nivel de confrontación y sacarle un elemento distorsivo a las discusiones.