Ya son 604 tambos que cesaron su actividad desde marzo de 2017 hasta la actualidad, dejando un caída del 5,3%. Eso se constata en base a los datos que difundió un informe del Observatorio de la Cadena Láctea Argentina.
El coordinador de la institución, Jorge Giraudo, aseguró que «es un tasa un poco superior al último tiempo, pero que es una media histórica de los anteriores 30 años».
«Veníamos de un cese de actividad unos 200 tambos por año. Pero, analizando en frío, es una tasa que no desentona con las otras lecherías mundiales que superan el 4% anual», señaló en declaraciones al portal Cadena 3.
Explicó que el resultado es «una sumatoria de fenómenos y todos los males juntos: en 2015 y 2016, la peor crisis lechera a nivel mundial con la caída del precio internacional; los dos últimos años con inundaciones y sequías, principalmente en Buenos Aires y Santa Fe; y los efectos de la macroeconomía con el tipo de cambio, la tasa de interés, la inflación, caída de ingresos y la suba de costos».
Giraudo opinó que el fenómeno climático es el que más incidencia tuvo «porque el cierre de tambos de manera transitoria fue grande, ya que algunos estaban totalmente negados y no podían sacar la producción».
Sobre el impacto social de la caída de la actividad, dijo que impacta directamente en el empleo de 2.500 personas «pero que el tambo tiene un efecto multiplicador en las economías regionales y alrededores».
Con un precio del producto entre $7,24 y $ 7,50, acotó que desde su espacio «calculan un costo del producto por arriba de los ocho pesos para asegurar una rentabilidad mínima».
«A algunos les va medianamente bien y a otros muy mal, es complejo hablar de promedio. En otros países, por ejemplo, se toman medidas políticas anticíclicas para las economías lecheras que son muy volátiles y dependen mucho del clima», cerró.